Hay un lugar de esos que la vida regala -y es que hay otros que la vida vende, renta, presta-. Este se presenta a diario cuando le abro mis ojos a las ocho y media de la noche. Es una calle de Barcelona. Entensa, con "c" francesa. Huele a motoneta y a chicos que van a toda pastilla. Sucede cada jueves en esta esquina de Pino y Miguel Ángel, Coyoacán, D. F. Ha llovido y en primavera la jacaranda perfuma horriblemente el gusto y pienso en Violeta, mi Catalana. Para desatorarme de esa sensación me pellizco y me lavo los dientes. A pesar de que el viaje al Viejo Mundo es instantáneo, me molesta tener que pensar en el pasado a diario. A los lugares regalados no se les ve colmillo. Violeta tiene un hija, Jacaranda. Este Huitzilopochtli del siglo XXI que soy desea hacer un favor al mundo. Voy a dinamitar la calle, para que nunca más se sepa que el olor de las flores es un fármaco de la memoria que debería prohibirse a los mayores de 30. Me lavo las manos y entonces tomo el avión a Barcelona para que en la esquina de Diagonal y la Innombrable ya erija un arbolito de hojas violáceas sin olor. No volveré a recordar. Jacaranda vendrá y me devolverá el amor por el mundo. Adeu, Quinto Sol, Cuatro Vientos, 3, 2, 1... baño mi canto con flores, espejo de jades de mil colores "Just tell my wife I love her very much, she knows”.
domingo, septiembre 04, 2005
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1 comentario:
Este lugar es regalado, bienvenido otra vez. Una cerveza después de una jornada gris. Una canción en la radio. No te pierdas tanto. A veces necesitamos escuchar que no estamos solos, tratando de traspasar muros de concreto.
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