viernes, enero 13, 2006

Variación del blues tras eludir en un bar a E. E. Cummings


LLEVO TU CORAZÓN, LO LLEVO EN MI CORAZÓN...
Me hubiera encantado que hubiésemos venido acá juntos en aquellos tiempos cuando estábamos juntos. Juntos era más fácil permanecer juntos. Arrastré mi corazón y con él el tuyo, porque no puedo desprenderlo del mío, por eso arrastré el tuyo cuando arrastré el mío.

Cuando paseábamos íbamos y de la mano a paso corto por el Paseo de la Castellana ¡Qué bien que te iba ese sombrerito! Te pasabas yendo y viniendo, parecías en pasarela, arriba, abajo, sonríe y yo siempre con el pasón a todo lo que iba. Caravanitas con el sombrero.

Ahora que somos grandes y adultos, hacemos cosas más grandes y menos adultas. Sucede que con el tiempo uno se va haciendo más grande pero no por consiguiente más adulto, eso, lo de lo adulto, depende de cuán grande sea lo que uno hace; si uno es adulto, no necesariamente hará cosas grandes. La distinción radica en lo que uno entiende por grande y por adulto. De lo grande, pues no hay mucho qué decir, sólo considerar que lo grande no lo es por su tamaño cuantitativo sino cualitativo, así, lo grande será aquello como el olor, sabor, textura del mar y aguas de esa calaña. De lo adulto, pues digo que es lo pequeño, magro y sin desagüe, estancado.

En este pueblo de este lado del orbe, quiero establecer un rumbo que me dirija sin escalas hacia esos breves muslos inescalados, antípodos, ecuatoriales y meridianos. Te dejo todos los océanos en paz y los desiertos intactos.

El frío, ya para concluir, se nos hizo escarcha en los labios y en los besos y en las comisuras de los besos que en los labios nos dimos para concluir fría y escarchadamente.

Me hubiera gustado que a ti también te hubiera pasado todo lo que me pasas.

jueves, enero 12, 2006

Blues de cuarto de baño en Sangenjo 9-6ª

Martes de partida. Carta medio dada y recibida a medias, electrónicamente.

Hola. Ya llegué a Madrid. Vine vía París inesperadamente y muy a mi pesar (tengo la convicción de no querer visitar la Ciudad Luz, no tolero que un pueblo entero se empeñe en tolerar cuando lo que hace es intolerable: moda, comida, música, aire, donaire, altivez y el chingado l’amour), pues mi vuelo se canceló y nos treparon a huevo en Air France. No conocí más que el De Gaulle y las zonas marginadas para los jodidos que al perder la conexión (Conexión en Francia) deben hallar un vuelo de bajo costo en aerolínea española fashion.

Llegué a Barajas, y estuve de paseo por los museos y viéndote fantasma por las calles con cara de turista mexica y con tu hermana provinciana a tus espaldas. Postadolescentes con varo entendiendo in situ al Viejo Mundo. Mi viaje ha sido paseo y abrevancia (me siento una res frente a los colores) de pintura y las chicas más... lo que sea... del mundo. Luego Valencia gracias a Calatrava, la Malvarrosa vacía y Barcelona por vez dos inquietantemente gótica, nevosa, ventosa, gris y sin azúcar.

Dicen que no bebí ni toqué. Pensé y mucho. Dice Ricardo que me ve triste en este viaje. Quizá porque me gustaría dormir más por acá, quizá porque no tengo nada en ningún lado. Quizá por que no sabe que bebo brandy de noche en el baño con Big Mama Thornton, LaVerne Baker, Dinah Washington y la sabrosísima Devonia Williams que le tira mierda a Faye Adams porque no le pega al chocolate y sí a los Ducados.

Ya me voy. Todos hacen maleta. Yo descanso y me congelo en este balcón nevado, rosado fumando porque toda España ya es libre de humo. Sólo en espacios abiertos se permite fumar.
¿Y mi cabeza no es abierta?

Voy de vuelta. No he podido escribir mucho... ahora me da por dibujar a lápiz. En el metro he dejado ya un par de grafittis, uno en Barrio del Pilar y otro en Chueca. Estoy pensando seriamente en habitar la pintura, confieso que no me siento capaz. Necesito modelo y musa, ‘ai vas de nuevo, espero no te moleste.

Me hubiera encantado que hubiésemos venido acá juntos en aquellos tiempos cuando estábamos juntos. Juntos era más fácil permanecer juntos. Arrastré mi corazón y con él el tuyo, porque no puedo desprenderlo del mío, por eso arrastré el tuyo cuando arrastré el mío.

Te mando un beso ibero, godo, celta, catalán y bien bonito.

Dale un beso al crío y a su padre.

Quiero hablar contigo y contarte y enseñarte lo que les llevo.

jueves, enero 05, 2006

A orillas del río Mapocho

Escuche en un café cercano a mi casa a un viejo decir: “...regresar a un lugar después de muchos años, un lugar que habitamos en el pasado, un lugar que en algún momento tomo la forma de nuestro cuerpo, de nuestras ideas y de nuestros deseos, es matar la nostalgia, es matar el deseo y el recuerdo que siempre nos aterro en una tarde de copas o en un cigarro o en la noche o en este café. Es como poder regresar a un sueño. Simplemente todo se desvanece. Es reconocer que la muerte o el olvido mueve menos hojas que el viento.”

Volver es enfrentarse a la brutalidad silenciosa del paso del tiempo, es integrar fantasmas que no se han ido. Es también volver a esas canciones y a esos libros. Es reconocer lugares, palparlos y olerlos a tientas con la misma premura que un ciego recorre con sus dedos una esquina o un borde. Es mirar con detenimiento el verdadero tamaño de las cosas. Es inventar fechas y mirar las respuestas a las preguntas que le hacíamos a nuestra memoria reprobada e insuficiente.

¿Dónde esta el edificio de Isidora Goyenechea? ¿A dónde fue la chica de la farmacia que salvo mis bronquios? Supongo que la ciudad de Santiago no esta dispuesta a matar nada ni a nadie. Suficiente ya tuvo con taparse los ojos.

Antes de entrar a una librería, mire de reojo un callejón en donde se reflejaba el sol: ni el ruido de las "micros" amarillas, ni el olor, ni el sol, ni los edificios, ni la librería, ni la linda compañía, sino la combinación exacta de cada uno de ellos minutos antes de las 8 de la noche me regaló la certeza de que ni yo mismo había muerto. La certeza de que habia regresado. La certeza irrepetible del presente.