martes, septiembre 13, 2005

Tiresias DF

He intentado navegar miles de leguas a ciegas. Esta noche me cobija la materia y no hay luz que pinche estos ojos yermos. Tras haberme embriagado del vientre de una mujer, haciendo una faena al mejor de los dioses, me ha embestido y castrado el destino injusto y cruel. [La soledad acapara mis límites cuando ya está puesto que la oscuridad me cubra manto sempiterno]. Esta mañana, he despertado taumaturgo, hermafrodita y sin cansancio. Palas eterna me tiene guardada una larga vida muy interesante, ataviada de santeros y premoniciones. Mi navegación ha recobrado ruta, bitácora y brújula. Tengo el don de la ceguera, debo dar miles de destinos.

"Tiresias, solo, recorría la sagrada región teniendo la barba incipiente con sus perros; sintiendo una sed innombrable, llegó junto a la corriente de un manantial ¡Desdichado! Sin quererlo vio las cosas que no están permitidas. Encolerizada, Atenea igualmente le habló: "¿Qué divinidad te condujo a ti, que no llevarás más los ojos contigo, por un difícil sendero?" Ella dijo por un lado estas cosas, y por el otro la noche se apoderó de los ojos del joven. Feliz Tiresias, pues tú has visto sin ser destruido el cuerpo desnudo de Atenea (…) Vives habiendo perdido la luz de tus ojos; Atenea transportó el brillo de tus ojos a tu espíritu".
De Calímaco, Himno V

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