viernes, marzo 30, 2007

Luna

TRANQUILIDAD SIDÉREA

Luna-Farola mece mi corazón equilibrista
en el altar de sus pasiones
me ablanda la razón
resbala su cortina blanca en mis pestañas
entra en mis ojos con mesura.

jueves, marzo 15, 2007

De Zeta, el Coronel III


Antonio, anda y junta lo chiles que ya va’ser el velorio de tu padre a la noche. Si ‘amá, como ‘asté mande. Don Espiridión Zeta era uno de esos señores que tienen las manos muy grandes, con las palmas como de piedra y las uñas pequeñas, que no se salen de la punta de los dedos. Su figura se paseaba acompasada de la cantina a su casa. Alto, fuerte, pero encorvado, así que su 1.90 parecía más bien 1.80. El pulque, tras un par de litros, le erguía, después, le mandaba dormir con el suelo y sin Doña Pastora. Antonio, ve y trae a tu padre, seguro ya se durmió otra vez en la cantina. Si ‘amá, como asté mande. No era asunto problemático para el hijo meterse a las entrañas del templo del vicio para rescatar y sacar a su padre. Eso era lo de menos. Antonio no soportaba ver cómo los parroquianos se burlaban de Don Espiridión porque su hijo iba por él mandado por su señora. Uy, Zeta, ya viene la extensión de la enagua por ti, ¡jajajaja! En las condiciones en que el viejo terminaba no le permitían si quiera defenderse. Antonio cumplió los 1.85 muy pronto, así que tras algunos metros de espera, decidió acompañar a su padre a la cantina. Miren, ‘ai'stán los borreguitos de Doña Pastora, ¡jajajaja, o más bien, Doña Patrona, jajaja! Antonio clavó la mirada en su tarro, lo bebió por completo. Pensaba que era hora de cobrar todas las burlas que su padre había sufrido por años. Sin embargo, antes de levantarse, el hombre que había dicho aquello, se le acercó al oído. ¿Qué? ¿Tú también tienes enaguas? Don Espiridión, otrora impasible, sujetó del cuello al provocador y no se le desprendió hasta que dejó de patalear, enterró sus dedos hasta romper la traquea del contrincante. Sus manos de piedra hicieron fuego en el cuello ajeno. Sin embargo, a traición un sayo de aquel disparó sobre la humanidad del Don. Antonio inmediatamente acabó con el tirador rompiéndole una mesa en la cabeza. Nadie más intervino. Doña Pastora se preparaba para un entierro digno de su señor. Preparaba guajolote en mole verde. Antonio era el nuevo hombre de una casa con apellido de final.

Semper

Y te lo digo, y me haces caso,
y es desde siempre,
desde que era así que te busco,
así, delgadita
con muecas cinceladas,
queriéndome mucho.
Y me lo dices siempre
y me hago caso,
así, pa’ siempre,
que te he hallado,
y nos queremos mucho,
cincelados.

lunes, marzo 12, 2007

Alpino

Abre tus piernas mujer y gime
en verso mi nombre,
que eres barro de mis tentaciones;
muele este ascenso
y baña catarata mis manos,
que seré la vela de tu entierro
dejando la cera,
seca,
empapándonos.

viernes, marzo 02, 2007

De Zeta, el Coronel I

Una vez el coronel Valentín Razo se topó con el coronel Antonio Zeta, y le dijo: “¿usted es el mentado Zeta?”, “hey, así es, ¿pa’qué soy bueno?”, “Pos seguro pa’nada, igual que todo lo que empieza con Zeta”, “Uy, mi coronel, pos será que como usted la trae atravesada en el nombre… si quiere le enseño cómo ponerla al final”. Palabras inventadas, palabras menos del “Indio” Fernández a Pedro Armendáriz en “La Cucaracha”.

jueves, marzo 01, 2007

Minha galera, minha Zulma

Eres la luz, el sueño y nunca mi tormento;
cúrame de todo malsueño,
arrástrame al buen destino,
anda, ven,
quítame el ojo izquierdo.

Me tapo el ojo izquierdo,
porque ver el miedo dos veces
me arroja al destierro;
es mi fuego, es mi infierno,
no creo en esa luz que se cae del cielo.
Un amar, dos mares,
todos los días te quiero.

Veo el azul,
profunda de calma tu fortuna,
azul que me hace,
color que me quita,
paz, paz bendita la tuya en mi orilla.


Vivo tu rumor de horas
en este huerto de insomnios.
Abre,
abre tu canal,
surco de mitos,
alma de soles,
aliméntame del musgo
[y la fauna flota entera en percusiones].

De la mano Zulma llora
una a todas tu solitaria pena,
anega las cuencas vacías,
bajo, todo vive bajo tu manto,
te llevo, te trato
y llena de velas nuestra vida.

Posa en la mesa
mártir de suerte consumido,
la ira que ya no hierve.
Arrojo, el destino es arrojo,
muerde su rostro
y dibuja las comisuras.


ya en el fondo, sentados ante la mesa de té, la mímica consume el humor debajo de sus ropas…

LET ME SHOW YOU THE WORLD IN MY EYES

Ainda não tenho deixado de pensar em você. Tudo o dia se me acribilla no costado. Dor de costado, de costillas. Intermitencia grave la que padeço. Lateral. Dos lenguas laterales. He de resarcirme lateral y literal a bocajarro. Los encuentros cruzados se me han dado semper, sin embargo estos días sufro tus embates. Viejo, mi vieja infancia cobra ajustes.

A mordidas, el amor va desgajando tu descubierta piel en las encías, sólo rezo por no devorarte, ad literam…

[Quedo con la firme convicción
de zarpar a ese océano,
andar descalzo en la selva
y beber a más no poder del brazo de su brazo,
de bocarriba a su boca a mi orilla].


Un cúmulo de beixos que a mordidas se aliteran, uno tras outro, y son esos cantos, de sol y guerra, floridos desde tu interna, luz, magia de linterna, lux, lux de teus olhos que libélulas acompañan mi vida curada y cultivada por tus manos.

Cúrame, amada Marina, de todo el espanto; del santo y la virgen, y de ese señor que luz les participa.


Muchas veces he conjurado y convocado a los besos criminales. Tenho invocado tudo esquecimento mais não me lembra que tinhas ficado tu guarida nos meus sonhos. Este convite nupcial con el universo que al redor abrasa nuestras vidas es el que nunca dejaré de alabar. Rezo, reza por mi impaciencia. Marina, te pido que me procures bienaventuranza y equilibrio, mi desierto a mares se descalza y suda.

Gimiendo, sollozando, la Marina desgaja sus últimos tormentos, labios inermes, conjuro glosario bendito. Na noite dos aves e gatos, a rapinha se huyó escurridiza, siendo la noche nuestra casa, cobijo y cultura. Nunca, nunca moriré intentando balancearme en esa mirada de cejas últimas.

De Zeta, el Coronel II

Zeta, quien ya venía de un trajín de varios días por toda la Sierra Madre Oriental, habían dejado Coahuila y entrado por Vanegas. El Coronel decidió acampar con toda la tropa en la Huasteca. Un recuerdo atorado en el pescuezo mandó la orden: la parada es en Estación Catorce. Hacía 4 años, Antonio tuvo mujer por aquellos lares. Se dice que Luciana era de carácter desértico, árido, y que cuando le venía la regla, se le subía el rumor del peyote, y entonces era cuando se ponía toda brava. Dicen que se suicidó en el río porque Zeta no la quiso llevara a la bola. Ya con el regimiento en plena borrachera, se le vio al Coronel chuparle las patas al diablo junto a una fogata. Estaban su chamán, su capitán y el jefe de municiones. Y Coronel, ¿qué fue de la potranca esa que..? ¡Cállese o lo mato con sus propias municiones, hijo de su pinche madre, esa mujer no existe! Mire Zeta, si no existe es que está morida, ¿no se la habrá echado ‘asté? ¡No! Zeta enfurecido se levantó y tomando su escopeta apuntó sobre la cabeza del chamán quien había permanecido callado ¡Ande, dígales! En esta tierra no hay lugar para los muertos, porque todos vienen junto a los corazones de quienes los extrañan, allí descansan en paz. Se hizo el silencio entre los matorrales y sólo se escuchó a Zeta llorar y decir: Mi Luciana no está muerta en estas tierras, yo soy el muerto en estas tierras. Y disparó hacia la Sierra, esperando que el ruido levantara a todos los muertos.