LLEVO TU CORAZÓN, LO LLEVO EN MI CORAZÓN...
Me hubiera encantado que hubiésemos venido acá juntos en aquellos tiempos cuando estábamos juntos. Juntos era más fácil permanecer juntos. Arrastré mi corazón y con él el tuyo, porque no puedo desprenderlo del mío, por eso arrastré el tuyo cuando arrastré el mío.
Cuando paseábamos íbamos y de la mano a paso corto por el Paseo de la Castellana ¡Qué bien que te iba ese sombrerito! Te pasabas yendo y viniendo, parecías en pasarela, arriba, abajo, sonríe y yo siempre con el pasón a todo lo que iba. Caravanitas con el sombrero.
Ahora que somos grandes y adultos, hacemos cosas más grandes y menos adultas. Sucede que con el tiempo uno se va haciendo más grande pero no por consiguiente más adulto, eso, lo de lo adulto, depende de cuán grande sea lo que uno hace; si uno es adulto, no necesariamente hará cosas grandes. La distinción radica en lo que uno entiende por grande y por adulto. De lo grande, pues no hay mucho qué decir, sólo considerar que lo grande no lo es por su tamaño cuantitativo sino cualitativo, así, lo grande será aquello como el olor, sabor, textura del mar y aguas de esa calaña. De lo adulto, pues digo que es lo pequeño, magro y sin desagüe, estancado.
En este pueblo de este lado del orbe, quiero establecer un rumbo que me dirija sin escalas hacia esos breves muslos inescalados, antípodos, ecuatoriales y meridianos. Te dejo todos los océanos en paz y los desiertos intactos.
El frío, ya para concluir, se nos hizo escarcha en los labios y en los besos y en las comisuras de los besos que en los labios nos dimos para concluir fría y escarchadamente.
Me hubiera gustado que a ti también te hubiera pasado todo lo que me pasas.
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