jueves, marzo 01, 2007

De Zeta, el Coronel II

Zeta, quien ya venía de un trajín de varios días por toda la Sierra Madre Oriental, habían dejado Coahuila y entrado por Vanegas. El Coronel decidió acampar con toda la tropa en la Huasteca. Un recuerdo atorado en el pescuezo mandó la orden: la parada es en Estación Catorce. Hacía 4 años, Antonio tuvo mujer por aquellos lares. Se dice que Luciana era de carácter desértico, árido, y que cuando le venía la regla, se le subía el rumor del peyote, y entonces era cuando se ponía toda brava. Dicen que se suicidó en el río porque Zeta no la quiso llevara a la bola. Ya con el regimiento en plena borrachera, se le vio al Coronel chuparle las patas al diablo junto a una fogata. Estaban su chamán, su capitán y el jefe de municiones. Y Coronel, ¿qué fue de la potranca esa que..? ¡Cállese o lo mato con sus propias municiones, hijo de su pinche madre, esa mujer no existe! Mire Zeta, si no existe es que está morida, ¿no se la habrá echado ‘asté? ¡No! Zeta enfurecido se levantó y tomando su escopeta apuntó sobre la cabeza del chamán quien había permanecido callado ¡Ande, dígales! En esta tierra no hay lugar para los muertos, porque todos vienen junto a los corazones de quienes los extrañan, allí descansan en paz. Se hizo el silencio entre los matorrales y sólo se escuchó a Zeta llorar y decir: Mi Luciana no está muerta en estas tierras, yo soy el muerto en estas tierras. Y disparó hacia la Sierra, esperando que el ruido levantara a todos los muertos.

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