martes, agosto 09, 2005

El puente negro


Es tiempo de nostalgia y a veces sucede; hay que verificar el rezago del tiempo, sacudir el polvo de la alfombra. No hay solución, recaemos todo el tiempo; el tiempo no cura, pero si toca la puerta, abrir pronto, dejalo entrar dice el poeta Deniz. Es tiempo de recoger cenizas, de limpiar la mesa, de apagar las velas, de vaciar los restos de las botellas y de mirar el color rojo de las colillas en el cenicero, para evitar el dolor de cabeza y el arrepentimiento.

¿Alcanzan a distinguir bien la foto que esta al costado? Acérquense mas, es real. Es un atardecer del noroeste mexicano y por lo que observo cada vez se pone mejor, el cielo madura, hace guiños, es verano, es precioso, una sabana bordada con hilos rojos y azules que envuelve a la ciudad. Pase varios veranos manejando mi auto hacia el sol, justo a la hora del atardecer. Imposible salir inmune, todo acto tiene consecuencias y este me consumió la cabeza, ahora todo es lento y aburrido, como decía Basquiat después de sus vacaciones junto al ácido.

El puente negro es un objeto sin vida, sin tren, un guardián de los 3 ríos que parecen uno, una puerta de entrada a la ciudad. ¿Creen que es suficiente escribirlo, dramatizar sobre el asunto, solemnizar la situación, escribir un blog, platicar?

Tres historias y los dejo descansar: La noche en que dos camionetas se detuvieron justo a un costado del puente negro, frente a nosotros y nos impedían avanzar, como una metáfora a la permanencia (violencia). La madrugada en que detuvimos el auto en la curva que desemboca en la avenida independencia, para caminar sobre el puente negro (deseo). El sueño en el que un autobús me dejaba con mis maletas justo debajo del puente: no tenia casa, no tenia monedas y todos los teléfonos se me habían olvidado (miedo).

Todo es verdad, tengo miedo de seguir desando regresar, tal vez ya no tenga casa, ni recuerde los telefonos de nadie. Un impulso violento que no me deja descansar.

1 comentario:

Víctor Rivas dijo...

Mi querido Hal, ¿o más bien debo decirle fanático -con todo lo que ello implica- de Frank Miller y de Burroughs y sus camaradas?:

Usted me deja pensando y ya, no me deja boquiabierto, porque eso es lo que busco tras leer algo que pretende decir algo. Acaso he de ser un insatisfecho y mediocre lector. Sus imágenes me llevan a un aletargado L.A. Confidential o a un Desayuno Naked que reboza las copas de Kafka. Una imagen es una imagen es una imagen. Sí, ¿y la esperanza? Esa esperanza que da el reflexionar consentidamente sin sentido. Yo busco y añoro, con los puños enjutos sobre el pecho, en fetal fatal caída, con ojos apretados, -esa imagen... ¿la recuerda?- en una habitación de adolescente chilango, la esperanza de salir al micro o a la orilla del estero con una idea que me conmueva el espíritu. Idea, no imagen. Idea no imagen. Uno piensa en ideas, siente en imágenes. dicen los clásicos ¿O qué, por ser clásicos son despreciables? ¿Sabe qué? Sus imágenes me gustan, como me gusta la Tutsi Pop o la hermana del panadero. Asequibles pero efímeras. Las ideas efímeras se convierten en risas y abrazos de borracho alegre, dirían los posmodernos. Me deja pensando en la esperanza ¿Que qué digo diría yo? Ya lo dije ¿Le gusta la idea? Si le gusta, quédese boquiabierto a mi salud. Si no, espere. Repito, soy un insatisfecho y mediocre, déme un poco de esperanza, gracias y por favor.