"Me doy cuenta de que en ese contexto te debo otra pequeña explicacion: al escribirte hace poco aquí se ha precisado mi punto de vista sobre las cosas que despiertan mi respeto me refería, antes que a nada, al mencionado dominio de uno mismo. No desear a cualquier precio lo que tiene el otro, no envidiar nada; no dejarse arrastrar por deseos insatisfechos ni satisfacerlos al precio de la autohumillación; no enfurecerse siempre que hay razón para ello y no pensar siempre en uno mismo; no sucumbir a la desesperación aunque la situación sea grave, o al menos guardar la angustia para sí y no molestar con ella a los demás, y sobre todo no dejar que se refleje en tu actuación; saber aceptar las consecuencias naturales de la propia actuacion, dominar la tendencia al odio y el deseo de venganza, saber perdonar; no sentir lástima por uno mismo y su destino (como si uno fuese el centro de toda la desgracia humana); no desahogarse de manera falsa o injusta y no compensar el propio sufrimiento haciendo sufrir a los demás; y un largo etcétera; todo ello son manifestaciones del dominio de uno mismo que admiro como característica de verdadero valor, tan distinto del falso-exterior y fingido-que suele manifestar soltando un torrene de palabras groseras, amenazas o incluso golpes (generalmente dirigidos a alguien de quien no se espera que devuelva la pelota); detrás de ese valor de los perdonavidas se oculta muy a menudo un carácter cobarde. Ahora los comprendo, pero no los respeto."
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1 comentario:
Cuando uno deja de mirar hacia dentro, puede entonces comenzar a mirar lo que le rodea, que como universo, es infinito. Me gustaría ligar este texto desde mi blog, si está bien contigo. Vi que has andado por ahí. Me alegra.
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