sábado, noviembre 26, 2005

La garita de San Ysidro



Los informes en la radio son continuos y exagerados: 185 autos en cada línea, 600 autos por minuto, en total hay según el último conteo 2 millones de tijuanenses y un millón de autos cruzan diario en horas pico. Lo dudo, la frontera es demasiado ordinaria: una lámina delgada, que por algunos tramos se joroba, se alza y se agacha; oxidada y carcomida hasta el mar: que desperdicio, que inútil ¿Por qué guardamos papeles, hojas, revistas, artículos, cartas? ¿Qué sentido tiene mantener una valla a punto de caerse? ¿No deberíamos desechar nuestros libros y nuestros discos una vez escuchados, leídos y admirados? ¿A qué o a quién nos aferramos? La frontera es un círculo vicioso, un laberinto sin salida, preguntas sin respuesta, falsas promesas, el deseo de ser alguien más, alguien lejano, alguien ajeno ¿comprenden?

¿Qué hay del otro lado? Me pregunto, cada vez que accidentalmente escucho la radio exactamente durante el informe de transito fronterizo, ¿la frontera se percibe a través de la mente, de los ojos, de las manos o de la piel? Imagino que el locutor mira al vacío con sus audífonos puestos, creyendo que viaja en algunos de los autos que cruzan la forntera todos los dias. Imagino esos dias como transmisiones completas, llenas de calma.

Un detalle: el mar se divide de forma ridícula, una serie de troncos en fila, que son cruzados traviezamente por niños que pululan en la playa con ropa de invierno, pues el frío del agua es impresionante. Se respira un espíritu de inquietud, los asistentes caminan como zomibies, con las manos en la bolsa, tuercen el cuello y miran de reojo hacia “el otro lado”, señalando un punto a lo lejos. Una parte de la valla esta rota, y se alcanza a distinguir el suelo del territorio americano: la observación provoca vértigo, ansia por transgredir, adrenalina violenta, tirarse al vacío para demostrar que todo es una puta ilusión, un jodido y frágil cristal, y que cruzar es como romper un vidrio con el puño, claro si uno esta dispuesto a sangrar por algunos minutos. ¿Acaso la esperanza no es otra cosa que andar con la mando vendada todo el tiempo?

Un desconocido se me acerca a comentarme suavemente, como si estuviéramos en medio de una opera o un velorio que es lo mismo, y sin mirarme a los ojos me dice: “Yo creo paisa, que el aire por aca es más lindo” “En el futuro, dijo como si lo hubiera reflexionado por años, las ciudades estarán alzadas a dos metros del suelo, imagino algo así como vivir en la copa de los árboles. Es la unica forma de evitar estas bardas malhechas, el suelo no tendría sentido: no nos odiáramos tanto. El árbol es mas noble, mas lindo” repitió esa última palabra como si estuviera recitando un viejo corrido. Subí el cierre de mi chamarra y me pregunte: "¿hará el mismo puto frío del otro lado?".

No hay comentarios.: